Con este asunto del coronavirus, rendido y casi totalmente confinado, no he vuelto a pisar una sala de exposiciones ni he asistido a ninguno de los muchos actos culturales que tenían lugar en Compostela antes de que la primavera 2020 nos envenenara con este bicho.
Así que ayer me he puesto a ver catálogos antiguos de pintura, de esos que editaba antes la Xunta, magníficos, que recogen la historia de la plástica moderna y hacen que recuerde el arte de los de la Xeración Inesquencibel.


Para mí hay dos nombres que contribuyeron a aumentar mi interés por el arte…

José Otero Abeledo, “Laxeiro” nació en Lalín en 1908. Manuel Colmeiro Guimarás nació en Chapa (Silleda), en 1901. Laxeiro emigró con sus padres a Cuba, de niño, mientras Colmeiro lo haría a Buenos Aires en las mismas circunstancias. En la capital de Argentina residieron y se formaron ambos pintores, que también se encontraron en París, en Madrid y finalmente en Vigo, donde falleció Laxeiro en 1996, mientras que Colmeiro terminaba su vida muy cerca, en Salvaterra do Miño, en 1999.

Laxeiro fue un artista bohemio, amante de la alegre vida del Vigo tabernario. Colmeiro, amante de la buena mesa y de las tertulias de café. Artísticamente, Laxeiro consiguió ya el éxito a través de su primitiva ensoñación barroca mientras Colmeiro logró la madurez con el cubismo, influenciado por Cezanne. Al cubismo también llegaría Laxeiro en su última etapa.

A ambos pintores debe la Galicia rural los mejores cuadros de sus tradiciones y de sus gentes más auténticas. Hay, sin embargo, una injusta diferencia: Laxeiro cuenta con museo propio en Vigo, mientras la mayor parte de la obra de Colmeiro permanece guardada en su estudio de Silleda. A Colmeiro le hubiera gustado compartir espacio con Laxeiro. Y a Laxeiro, de una infinita generosidad, seguro que también. Ambos donaron muchas de sus obras a la ciudad de Vigo.


XERARDO RODRÍGUEZ